Sonidos de la naturaleza

http://www.elmundo.es/especiales/2008/05/ciencia/sonido_naturaleza/sonidos.html


Cae la tarde en las profundidades del Parque Nacional de Garajonay, en la isla de La Gomera. No hay un espacio natural con una acústica parecida a la de las laurisilvas canarias. Estos bosques brumosos, de atmósfera quieta, bajo porte y un alto grado de humedad, parecen diseñados para conseguir las mejores condiciones de propagación sonora. La variedad de especies de aves no es muy alta, algo común a todo el archipiélago. Pero lo que la naturaleza no pone en variedad, el bosque lo añade en matices. La laurisilva es el mundo de los mirlos. Y aquí, activos a todas horas, y todos los meses del año, parece que cantan mejor que en ningún otro sitio.

Volando por encima del dosel arbóreo, grazna un cuervo. Y posada en las copas, arrulla una paloma turqué. Un sonido modesto, áspero y casi inaudible pero que delata la presencia de uno de los más valiosos endemismos animales de las islas.

Los nombres vernáculos de las aves reflejan a menudo alguna característica de su voz. Aquí, a los herrerillos comunes les llaman chirreros. O alegrías. Uno y otro parecen nombres adecuados. Pero hasta las alegrías acaban en disputas: dos herrerillos chirrían y se pelean entre los árboles. Les sigue un mosquitero canario, que lanza su doble nota, repetida y con ritmo.

Poco a poco empieza a oscurecer y los sonidos del día desaparecen con el avance de la noche. Desde el agua de un pilón, a lo lejos, un grupo de ranitas meridionales empieza a croar. En ese momento, sobre un claro abierto en la arboleda, se aproxima una becada. Viene volando alta, muy rápida. Emite primero un breve ronroneo, seguido de un silbido metálico, muy agudo. Es su forma de delimitar los límites del territorio de cría. Ahora ya es noche cerrada. Oímos un gañido, varios chillidos agudos y unas notas lúgubres, lejanas: empieza la jornada para la hembra, los pollos ya grandes y el macho que forman una familia de búhos chicos.