Si el perro marca su territorio orinándolo, el hombre lo marca botando basura. Y eso es algo que no solamente pasa en nuestro desvencijado planeta y sus alrededores sino que, con la arrogancia que nos caracteriza, ya hemos dejado buenas cantidades de basura en la Luna y hasta en otros planetas.
Se calcula que solamente en nuestro satélite natural hay 170 toneladas de basura, en Venus hay 22 toneladas y en Marte 8,053 toneladas. La basura de Marte podrá aumentar aún más cuando dejen de funcionar las naves Opportunity y Spirit.
La mayoría de estos desperdicios son restos de naves espaciales o equipos de investigación científico con vida limitada y que servían para la investigación. Pero no solamente eso. En la Luna se han dejado también otro tipo de objetos, como 9 pares de botas de los astronautas de las misiones Apolo, con un costo de 30 mil dólares el par. Las botas tuvieron que ser dejadas para compensar el peso excesivo de las naves que querían traer de vuelta a la tierra varias muestras de rocas y arena lunar.
Pero si alguien se diera un paseíto por allá, también encontraría otros objetos “contrabandeados” por los astronautas sin conocimiento de la NASA y que dejaron allá como “souvenirs” personales, como la foto de la familia Duke, uno de los astronautas del Apolo 16, o la pelota de golf con la que Neil Armstrong se puso a jugar allá o un juguete metálico que fue colocado en la arena lunar para recordar a todos los astronautas caídos.
No bastando con eso, alrededor de la Tierra se encuentran orbitando desde 1957 alrededor de 4,500 toneladas de basura, dispersas en aproximadamente 150 mil piezas metálicas que están girando encima de nuestras cabezas. Esto es apenas un cálculo, pues la cifra exacta no se ha podido determinar. Además, cada vez que estos objetos chocan entre sí, se fragmentan creando más pedazos.
¿Qué es esa basura que flota encima de nosotros? Se trata en muchos casos de satélites que ya cumplieron su vida útil, cohetes impulsores de las naves espaciales, objetos descartados por los astronautas en sus actividades en las estaciones espaciales y los fragmentos que se producen cuando todos éstos chocan entre sí.
Y si usted cree que esto no es importante, piénselo de nuevo. Un fragmento de 1 cm. de metal que ingrese a la atmósfera terrestre podría alcanzar una velocidad de 10 km. por segundo, lo cual resultaría mortal para cualquier persona si le cayera en alguna parte del cuerpo.
Desde 1958 a la fecha se conocen unos 62 casos de fragmentos de residuos espaciales que han caído a la Tierra, siendo los más conocidos el ocurrido en marzo de 1977, cuando el depósito de un cohete Delta, de más de 200 kilogramos, se estrelló a escasos 50 metros de una granja texana. Otro caso similar fue la caída del Skylab en 1979, el cual, en su precipitado descenso, dispersó 20 toneladas de desperdicios entre el océano Indico y Australia. Fragmentos de la estación soviética Salyut 7 cayeron en Argentina en febrero de 1991. Más recientes son los incidentes de los Delta 2 (1) , en 1997 el tanque propulsor, de unos 250 kg, cayó cerca de Gerorgetown, Texas; tres años después otro hizo su reentrada en Sudáfrica recogiéndose dos tanques y un trozo del motor inyector y por último, en el 2001, otro Delta 2 reentró sobre el Oriente Medio y la cubierta de titanio del motor, de unos 70 kg, cayó a 240 km de la capital Riad.
Si bien es cierto parte de dicha basura se desintegrará al entrar en roce con la atmósfera terrestre, debido al cambio en los ciclos de movimiento, la verdad es que lo que quede flotando por allá todavía resulta peligroso para el buen funcionamiento de los satélites en funcionamiento y también para los astronautas y las futuras misiones espaciales.
Al paso que vamos, no solamente necesitaremos un nuevo planeta, sino un nuevo sistema solar al cual mudarnos...
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