Zecharia Sitchin
Fallecido en 2010, Zecharia Sitchin ha dejado un valioso legado a través de sus investigaciones, la mayoría plasmadas en sus libros. Es el caso de Viajes al pasado mítico (Ed. Obelisco) –del que les ofrecemos el siguiente extracto–, en el cual reveló por primera vez la existencia de una cámara secreta en la Gran Pirámide. Además, gracias a una experiencia personal que casi le costó la vida, conocimos de primera mano el mundo de opacidad e intrigas que rodea a los tesoros arqueológicos de Egipto.
En mayo de 1986, dos arquitectos franceses, Gilles Dormion y Jean-Patrice Goidin, consiguieron de algún modo el permiso para entrar en la Gran Pirámide con un instrumento identificado como gravímetro, y descubrieron huecos previamente desconocidos por detrás de los muros de casi dos metros y medio de espesor, en el corredor que lleva a la llamada Cámara de la Reina. El foco de sus hallazgos era el Pasaje Horizontal, que lleva a la Cámara de la Reina desde la confluencia en la que el Pasaje Ascendente se convierte en la Gran Galería. No estaba clara la naturaleza y el alcance de los huecos o «espacios» hallados al otro lado del muro occidental de este pasaje, pero no tardaron en surgir especulaciones en torno a la idea de que la cavidad sospechosa pudiera ser la «Cámara del Tesoro», durante tanto tiempo buscada.
En septiembre de 1986, los dos franceses, ahora trabajando para la compañía energética nacional de Francia, volvieron a la pirámide acompañados por expertos en geofísica de la compañía, que se hicieron cargo de la operación. Cuando el equipo de medición de gravedad reconfirmó la existencia de una «cavidad» alargada tras el muro occidental del corredor, hicieron uso de potentes herramientas de alta velocidad para taladrar el muro y hacer tres agujeros en dirección al misterioso agujero. Lo que pretendían, según explicaron en aquel momento, era insertar una cámara endoscópica para averiguar qué podía haber en su interior. Para su sorpresa, después de perforar alrededor de un metro ochenta centímetros de dura piedra, el equipo de perforación dio con una capa de unos sesenta centímetros de caliza real, una extraña caliza que se utilizaba en la antigüedad para las esculturas, por ser demasiado blanda para su utilización en la construcción. Y, luego, los taladros llegaron a una capa de arena. Se trataba de una arena ciertamente inusual; según se publicó, una «arena fina, en polvo», totalmente diferente de la existente en la meseta de Giza
No comments:
Post a Comment