El ser humano se mueve en un mundo espacial en tres dimensiones que es capaz de aprehender con sus sentidos y en el cual puede desplazarse. El tiempo es la cuarta dimensión, entonces la pregunta que surge es por qué no puede desplazarse también en el marco de esta variable. En realidad sí lo hace, pero únicamente en un sentido, hacia el futuro: el presente de la escritura de estas líneas es ya pasado para usted que está leyéndolas.
Nos desplazamos con el tiempo, no en el tiempo, puesto que en este último caso ello significaría también ser capaces de retroceder, y de poder ganarle pudiendo avanzar más rápidamente que él, trascender los acontecimientos… Cuenta una historia infantil que había una vez un joven príncipe al que alguien dio un ovillo mágico, tan mágico que bastaba con desenrollarlo tirando de la hebra para que se mostrara ante sus ojos su futuro. Lleno de curiosidad, desovilló progresivamente la madeja y se vio secuencialmente joven esposo, padre, hombre maduro… El ovillo era una particular máquina del tiempo con un gran defecto: no era capaz de dar marcha atrás.
La novela “La máquina del tiempo” explica la historia de un sabio que construye un artefacto para moverse en la llamada cuarta dimensión y, por supuesto, lo utiliza. En ella el escritor inglés H.G. Wells no le permite a su viajero el mismo error de cálculo del príncipe, pues su máquina se desplaza en todos los sentidos temporales: puede remontar hacia la Tierra primitiva y avanzar hasta un futuro en el que se intuye el final de la vida del Sol. Pero no hace lo mismo en el espacio, pues siempre aterriza exactamente en las mismas coordenadas en las que partió. Este hecho conlleva un riesgo enorme para la máquina y su ocupante, que podrían desintegrarse de detenerse en un momento en el que en ese lugar hubiera un cuerpo rígido. En la historia contada esto no ocurre. En la historia imaginada por el lector podría ocurrir, puesto que el escritor deja una puerta temporal abierta a otras posibilidades, como no podía dejar de ser. Es la gran ventaja de este tipo de relatos: el protagonista siempre puede regresar al momento exacto en el que partió.
Wells, nacido a mediados del s. XIX, es uno de los novelistas que contribuyó a establecer las bases de la ciencia ficción e influyó en las actuales creencias populares sobre cómo pueden ser otros mundos, por ejemplo en la percepción de la apariencia de esos grandes protagonistas que son los marcianos. Abordó la gran mayoría de los que actualmente se consideran los grandes temas en el género, y que han sido a posteriori retomados una y otra vez: la invasión por extraterrestres; los superpoderes; el peligro subyacente en la experimentación descontrolada y, por supuesto, el viaje en el tiempo. Algunos de sus planteamientos fantasiosos han sido validados por la Historia, como la ida a la Luna.
Las novelas con dichos contenidos, entre ellas, “La guerra de los mundos”, “El hombre invisible”, “La isla del doctor Moreau”, “La máquina del tiempo” o “Los primeros hombres en la luna”, fueron para él un modo de plantear cuestiones de ética en el momento histórico que vivía, muchas de los cuales son todavía vigentes. Wells no se limitó a escribir ciencia ficción, sino que también publicó historias con un argumento social y político. Con una ideología de izquierda, aspiraba a la igualdad de clases y a una mejora de la Humanidad en el futuro. Sus inquietudes personales están magistralmente reflejadas en “La máquina del tiempo”.
El viajero, pese a su erudición, no está preparado para comprender en el año 802.701 lo que es el resultado de la evolución de una sociedad extremadamente dividida. Se encuentra con dos especies tan distintas que le cuesta asimilar que el antepasado de ambas sea el mismo ser humano. Los bellos Elois descienden de las clases altas mientras que los inquietantes Morlocks son los herederos de los obreros, y de hecho continúan ocupándose de la maquinaria en ese otro mundo… y manifiestan una inquietante fascinación por su aparato. La vida demasiado perfecta, la carencia de preocupaciones, la indolencia… han llevado a los Elois a una existencia puramente decorativa que su rol anterior de clase dominante no permitía predecir.
Wells provoca la reflexión a través del pensamiento de su viajero del tiempo y de las sucesivas interpretaciones que éste hace del modelo de sociedad con el que se encuentra, así como de cuál ha sido el camino recorrido hasta llegar a ella. Se equivoca en varias ocasiones… ni siquiera sabe si su hipótesis final es la correcta. El protagonista mantiene en lo posible, dentro de sus circunstancias de exiliado temporal, una actitud respetuosa con el método científico. Asimismo siempre está presente en el libro el conocimiento, como cuando se encuentra con lo que antaño había sido un museo, lo que le permite realizar no pocas divagaciones.
La prosa de Wells no es especialmente cuidadosa, es lo que cuenta lo que atrapa al lector (y también al espectador, puesto que se han hecho varias películas a partir de sus historias). Él mismo no daba excesiva importancia al estilo, le interesaba destacar el contenido, y éste tuvo la fuerza suficiente para hacer de él un gran escritor. En este libro la lucha de clases es llevada al sentido más literal del término y tiene consecuencias nefastas también para el grupo social en teoría más privilegiado. Quizás sea un lamento, escondido pero lamento al fin y al cabo, por una oportunidad perdida, la de que la especie humana mejore cualitativamente con el transcurso del tiempo. O quizás sea una advertencia: todavía está a tiempo de hacerlo mejor.
Siempre el tiempo… A leer, y releer.
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