(NC&T) Anteriormente se creía que todo el permafrost que se había formado en el interior de la región del Yukon y de Alaska se había derretido hace unos 120.000 años, cuando el clima era más cálido que hoy.
Sin embargo, lo que han comprobado los autores de este nuevo estudio es que, incluso en la zona discontinua (el área donde el permafrost está muy cerca de la superficie, su temperatura se aproxima a los 0 grados Celsius, y su grosor varía entre varios metros y unas pocas decenas), hay permafrost que ha sobrevivido en algunas ubicaciones durante más de 700.000 años. A causa de la potencial longevidad del hielo perpetuo, éste puede narrarnos la historia de los cambios climáticos a través de cientos de miles de años, lo que es una oportunidad muy valiosa de explorar la historia climática.
Cuando el permafrost se derrite, gran parte de los compuestos de carbono atrapados en el mismo quedan disponibles para su descomposición en el terreno en deshielo, o bajo la superficie de los lagos, y finalmente se producen emisiones de dióxido de carbono y metano a la atmósfera.
Basándose en la increíble antigüedad de las muestras de hielo que han documentado los científicos, éstos creen que el permafrost cuya profundidad en el subsuelo es mayor de varios metros de profundidad, es más resistente al cambio climático de lo que se creía.
Sin embargo, Duane Froese, autor principal del estudio, y sus colegas enfatizan que esta conclusión no es una invitación a ignorar los impactos, potencialmente graves, del Cambio Climático, particularmente en el hemisferio Norte.
"El permafrost es como el pegamento que mantiene unido al Ártico en una sola pieza", explica Alberto Reyes, de la Universidad de Alberta. "Su extendida fusión en las profundidades puede representar una mala noticia para las infraestructuras y el desarrollo económico norteños, y puede tener efectos dramáticos sobre los ecosistemas que están adaptados a la presencia del permafrost superficial".
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