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Thursday, February 26, 2009

Operación dodo



Beth Shapiro y Scott Lucas trabajan en la reconstrucción del dodo, aquel legendario pajarraco endémico de la isla y República de Mauricio, al este de Madagascar, que caminaba en lugar de volar. La última vez que se le vio con vida fue en la década de 1680. Pero tanto Shapiro como Lucas se apresuran a añadir que no tienen ningún interés en clonar a esta ave de casi un metro de altura, que no era estúpida –como se ha afirmado tradicionalmente– y se extinguió en menos de 90 años, una velocidad supersónica en paleontología.



Shapiro es una bióloga estadounidense especializada en la evolución que trabajó en Oxford y actualmente desarrolla su labor en la Universidad Estatal de Pensilvania. A sus 32 años ha estudiado restos de bisontes, mamuts y otros grandes mamíferos víctimas de las extinciones del Pleistoceno, hace 10.000 años. Sus intereses actuales se centran en extraer y escudriñar el muy antiguo ADN del dodo, lo que la ha colocado a la cabeza de esta nueva disciplina científica que consiste en reconstruir y amplificar ADN de hace siglos para ver el pasado; especialmente, cómo el cambio climático afectó a la evolución, distribución y desaparición de los organismos.

Por su parte, Scott Lucas trabaja con la empresa Phil Fraley Productions, en Nueva Jersey, que se dedica a hacer modelos de animales extintos y a restaurar los huesos originales de las criaturas que vemos en los museos. La fama de la firma, que emplea a biólogos, paleontólogos, artistas e ingenieros, incluye haber dejado como nuevos los dinosaurios del venerable Museo Carnegie en Pittsburgh. El modelo de dodo creado por Fraley para el Museo Raffles de Singapur ha sido descrito como uno de los mejores que existen de esta ave.

Analizar los genes de animales y plantas que vivieron hace siglos permite a los investigadores trazar su evolución con una exactitud inimaginable hace cinco años. Comparando el ADN del dodo con el de otras cinco especies, por ejemplo, Beth Shapiro ha podido establecer que el ave de Mauricio, que irónicamente nunca necesitó volar para sobrevivir, fue prima lejana de las palomas modernas, maestras en la navegación aérea.

La reconstrucción, paso a paso

El problema es que obtener ADN de criaturas extinguidas para un estudio molecular es complicado. Especialmente el del dodo, porque sus huesos no son grandes y los conservadores de los pocos museos que los tienen no se toman muy bien que un investigador llegue pidiéndoles el favor de cortar trozos de sus preciosos especímenes. “Y además, no tenemos la seguridad de poder extraer ADN de ellos, porque eso depende de su estado de conservación”, dice Shapiro en una entrevista telefónica. “Así que yo no sabía quién estaba más nerviosa, si la directora de colecciones especiales del Museo de Historia Natural de la Universidad de Oxford o yo. El proceso de extracción del ADN del dodo implica cortar un trozo del hueso de la pierna del tamaño de una uña, y molerlo hasta convertirlo en un polvillo muy fino. Luego obtenemos el ADN con una sustancia química que rompe las células. El paso siguiente es la reacción en cadena de la polimerasa. Esta es una técnica estándar de laboratorio que se usa mucho en estudios genéticos para amplificar el ADN”.

Más exactamente, estas enzimas de polimerasa ayudan a los genes a copiarse a sí mismos. Cuando se calienta la solución a 65 grados centígrados, las cadenas de ADN se separan en dos hebras. Y al enfriarse, las enzimas de polimerasa se pegan al material genético del dodo, fabricando copias a gran velocidad. Una noche entera de trabajo, repitiendo el proceso una treintena de veces, puede producir hasta un millón de copias de un gen o de un trozo de gen.

“Al principio estábamos interesados en tratar de descubrir qué clase de ave era el dodo. Y el análisis genético reveló sin lugar a dudas que es descendiente de una paloma. Su pariente vivo más cercano es la paloma de Nicobar (Caloenas nicobarica), que es muy bonita. Y ambos están más estrechamente emparentados de lo que nos imaginábamos”. Shapiro y otros expertos piensan que la paloma de Nicobar salió de la India hace unos cinco millones de años, e impulsada por los alisios, hizo escalas en las islas volcánicas de Mauricio y Rodrigues, donde se separó en dos líneas de descendencia. Una produjo el ave conocida como Solitario de Rodrigues, y la otra dio como resultado el Dodo de Mauricio; ambas perdieron la capacidad de volar.

¿Cuánto tiempo tarda un ave voladora en convertirse en una que no vuela? Según Julián Pender Hume, paleobiólogo del Museo de Historia Natural de Londres y líder de excavaciones en Mauricio, para ciertos grupos de aves la transformación puede ocurrir en cuestión de generaciones, porque sus polluelos sólo adquieren la capacidad de vuelo en la última etapa de su desarrollo. Y si se les coloca en un ecosistema donde no ven la necesidad de volar, simplemente no desarrollan esa etapa. En cambio para otros grupos, como las palomas, el proceso puede ser mucho más prolongado.

Al igual que las palomas actuales, el dodo estaba perfectamente adaptado a su nicho. De hecho, le iba muy bien hasta que los colonos llegaron a Mauricio con sus cerdos, sus ratas y sus perros. Y de pronto, adiós dodo.

Basándose en documentos históricos, Shapiro cree que, a diferencia de los moas en Nueva Zelanda, devorados por los maoríes, los dodos no sucumbieron en la mesa; quizá no eran igual de sabrosos. En cambio, probablemente las ratas encontraron sus huevos irresistibles. Shapiro es contraria a la hipótesis que sostiene que eran unas aves bastante tontas; lo que ocurrió más bien fue que no estaban preparadas para un cambio tan abrupto. “Era simplemente un animal que en su proceso evolutivo había perdido todo miedo a su entorno. Se acercaba a la gente por curiosidad. No sospechaba que ese nuevo animal de dos patas representaría su muerte. ¿Cómo podía saberlo?”.

Cuando se le pregunta por la posibilidad de resucitar a un dodo, Shapiro responde con un bufido de ironía. “No pierda el tiempo. Primero, cuando muere un organismo todo conspira para degradar su ADN: la luz ultravioleta, la oxidación, los ambientes pantanosos como Mauricio. Cuantos más años lleve muerto el organismo, más cortos son los fragmentos de ADN que se pueden amplificar. Y segundo, sólo se han podido sacar trozos de entre 50 y 150 pares de bases de largo del genoma del dodo, que seguramente tenía millones y millones de ellas”. Además, ni siquiera es ADN del núcleo, sino de las mitocondrias.



“Antes de pensar en clonar un dodo tendríamos que descubrir cómo obtener ADN del núcleo, y además en fragmentos largos”, explica Shapiro. “Luego habría que unirlos en orden dentro de los cromosomas correctos, y finalmente, hallar un vientre materno adecuado. Aún ignoramos muchas cosas sobre cómo fabricar un animal dentro de otro. Muchos genes se activan por sí mismos durante el embarazo y otros muchos en realidad son controlados por la madre. ¿Si metemos un mamut dentro de una elefanta, qué nos garantiza que los genes de la madre no vayan a apagar los del mamut para terminar produciendo un elefantito?”. Y añade, “¿para qué queremos un dodo vivo si su hábitat ya no es capaz de mantenerlo?”.

La tarea de Shapiro consiste más bien en usar el puñado de genes extraídos del dodo como claves para reconstruir parte del pasado de Mauricio y la de su drástica extinción, y compararla con el historial de extinciones de islas aledañas. Para eso necesita trozos de huesos de dodos de diferentes períodos y áreas. Muchos de esos huesos existen en el Museo de Historia Natural de Mauricio . Otros podrían seguir enterrados, aunque la humedad de esos pantanos no augura nada bueno para su ADN. “Es un reto enorme porque el ambiente de preservación es bastante malo, a diferencia del de Siberia, por ejemplo, que siempre es frío”.

Si el ADN es el mayor obstáculo para la bióloga, para Scott Lucas el problema es que nadie sabe con exactitud qué aspecto tenía el dodo. “Busque usted dodo en las imágenes de Google, y le saldrán más de dos millones y medio. Y muchas son distintas. Hay dodos gordos, dodos flacos, dodos blancos, dodos grises, dodos pardos, dodos adornados, dodos sin adornar. Hay dodos en estampillas y monedas y óleos barrocos; en litografías victorianas y caricaturas. Muchos museos tienen modelos de dodo, pero incluso estos son inconsistentes”, escribe Lucas en un informe sobre su fabricación del modelo de dodo para el Museo Raffles. “Este es el problema para quienes queremos recrear correctamente esta ave: todo el mundo cree saber cómo era, pero de hecho muy poca gente llegó a ver uno vivo o muerto”.



Además, era frecuente que los artistas se basaran en ilustraciones anteriores, porque muy pocos dodos llegaron vivos a Occidente; los huesos de uno están en el Museo de Historia Natural de la Universidad de Oxford. A esto se añade que cada vez que los naturalistas veían dodos de colores distintos, los describían como especies separadas, cuando en realidad se trataba de la misma. Los expertos concuerdan en que sólo existen dos ilustraciones anatómicamente correctas del ave, hechas a partir del animal vivo: una son los dibujos del artista Joris Joostensz, en el cuaderno de bitácora del buque Gelderland. La otra es una exquisita miniatura de 1625 de Ustad Mansur, el pintor real del emperador mogol Jahangir. Puesto que el zoológico del soberano estaba en la ciudad de Surat, la pintura se llama el Dodo de Surat.

El modelo del dodo que Phil Fraley Productions hizo para Singapur fue un trabajo en equipo con ornitólogos, conservadores, taxidermistas, paleontólogos, historiadores y artistas. Lo bautizaron como Clarence. La cabeza se basó en un modelo hecho directamente a partir de una cabeza real disecada. Y, guiado por los conocimientos de Pender Hume y otros expertos, el taxidermista George Dante capturó al dodo en el momento en que andaba buscando alimento cuando algo le hizo levantar la cabeza, atento al peligro.

Decidir cómo debía ser el plumaje fue otro obstáculo; al final se acordó esculpir plumas mitad de paloma y mitad de codorniz. Las patas eran más fáciles, porque existían las originales en los museos. El proceso incluyó fabricar complejos modelos de yeso, arcilla y caucho, buscar el color perfecto para sus ojos de pedernal y aplicar los hermosos colores del Dodo de Saurat. A falta de un espécimen congelado en el tiempo –y a falta de un clon–, dice Lucas, “Clarence es por el momento la versión más exacta de un dodo que existe en el mundo”.

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Pensamiento de hoy

febrero, 2008
Aprender sin pensar es tiempo perdido, pensar sin aprender es peligroso.
Confucio, filósofo chino.


"No hay viento favorable para el que no sabe a dónde va" (Séneca)

Camuflaje OVNI

Copyright

En nuestro mundo, una de las facultades que más nos asombra del mundo animal es la llamada mimetismo. Esta es la capacidad de los organismos vivos para pasar inadvertidos para los depredadores. Las variantes son múltiples, desde cambiar el color del pelaje, confundiéndose con su medio, hasta el de adquirir las formas de su entorno, incluso cuando nosotros mismos observamos el comportamiento de animales de nuestro interés, utilizamos el recurso del camuflaje. En la guerra la invisibilidad es una premisa, es por eso que la nación que logre duplicar el camuflaje OVNI obtendrá todas las ventajas sobre su enemigo. Actualmente existen naves invisibles, por lo menos para el radar, como el llamado Stealth Fighter, que por su diseño y pintura especial pasa inadvertido para los radares.

Einstein, en una de sus teorías afirmaba que mediante procesos magnéticos haciendo vibrar un objeto, esté podría desplazar el espectro electromagnético visible que despiden los objetos haciéndolos completamente indistinguibles para el ojo humano. Teoría que se probaría en el tristemente célebre experimento Filadelfia en 1947, con repercusiones bastante lamentables.

Los rayos infrarrojos y ultravioleta están por encima y por debajo, respectivamente, del espectro visible para el ojo humano. Para que una frecuencia infrarroja pueda ser perceptible son necesarios elementos ópticos y tecnológicos de los que carece el ojo humano, sin embargo, un ejemplo claro para poder realizarlo en nuestro hogar, basta colocar un telemando frente a una cámara de video y observarlo en el monitor de televisión.

Esto explicaría cómo aparece y cómo queda registrado en un video un OVNI, cuando al realizar la grabación éste no se observa y ni siquiera es el centro de atención. No obstante, este fenómeno también se produce en negativos fotográficos aun cuando este proceso (óptico químico) es diferente al video. Dando una idea de que si nuestras percepciones físicas no pueden detectar estos avistamientos, sí se cuenta con elementos para poder observarlos.

Otro tipo de camuflaje OVNI (al menos físico y visible), sería el de adoptar las formas del entorno atmosférico, en este caso nubes. Se han registrado avistamientos donde los observadores de estos fenómenos, ven claramente cómo las nubes tienen movimientos caprichosos en el cielo. Estos movimientos por cierto muy semejantes a los observados a través de la historia, donde incluso algunos casos se observan bajar entidades de las mismas.

Por otra parte, la misma maniobrabilidad de algunos OVNI´s hacen que pasen desapercibidos para algunos instrumentos de detección, esto como es de suponerse, sólo es necesario hallarse fuera del campo que cubre un radar, colocándose por encima o por debajo para pasar inadvertido. En medio de estos parámetros explicativos queda otra interrogativa, ¿se pueden ver o fotografiar entidades que se desarrollan en un plano de tres dimensiones? No, no se puede, ya que no obedecen las leyes físicas y ópticas del mismo comportamiento que conocemos, haciendo imposible dejar constancia en una placa o en un video, al menos con la óptica terrestre tal y como la conocemos.

Como se podrá deducir entonces, el hecho de que observemos OVNI´s en el cielo, sólo puede tratarse de un acto consciente de ser observados y enterarnos que allá arriba está sucediendo algo.