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Tuesday, February 19, 2008

Cómo divulgar la ciencia


El Principito, el famoso personaje de Saint-Exupéry, insiste en que sus preguntas obtengan respuesta y, para conseguirlo, las repite una y otra vez. Su curiosidad, como la de los niños de carne y hueso, es ilimitada. Estos pequeños científicos crecen y se convierten en personas adultas que aceptan sin cuestionarse una sociedad cuyo modo de funcionamiento, basado en gran parte en conocimientos científicos y tecnológicos, ignoran. Por Annia Domenech de Caos y Ciencia.

Fuente: CAOS Y CIENCIA


El mundo de los que pueden leer este artículo en un ordenador anda, entonces, como por arte de magia, sin que la magia tenga realmente nada que ver con ello. Si no se lo creen, pueden preguntárselo a Arthur Weasley. Este mago del entorno de Harry Potter está fascinado por los objetos de las "personas normales", cuyo modo de funcionamiento, más complejo que dar un golpe de varita mágica, intenta comprender. Por qué los aviones no se caen y cómo las escaleras mecánicas suben o bajan son dos de sus interrogantes que, seguramente, comparte con muchos Muggles (personas sin poderes mágicos).
¿Cómo conseguir que la ciencia y la tecnología, presentes por doquier, lo estén también en la cultura básica de los individuos? Pero también por qué este objetivo es deseable, quién puede lograrlo y cómo debe hacerse. El libro Comunicar la ciencia, publicado por la Fundación Cotec en 2007, argumenta éstas y otras cuestiones de un modo amplio y ya bastante consensuado en el entorno de la comunicación científica. Su autor, Luis A. Martínez Sáez, es Jefe del Gabinete de Dirección del Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC). Quizás por ello incide especialmente en cómo debe llevarse a cabo esta labor en un centro de investigación.
Más que una propuesta revolucionaria, este libro consiste en una recopilación de conocimientos con un enfoque pragmático y, esto sí, trufado de citas y datos históricos, que amenizan el texto. Cuenta que hubo un tiempo en que no existían de forma separada "las dos culturas" de las que habló Charles Percy Snow en 1997, refiriéndose a la artístico-literaria y la científica. En el Renacimiento, las humanidades incluían también a la ciencia y la tecnología, y en el s. XIX un exponente de este saber integral fue el ingeniero, científico, escritor y político español José Echegaray.
Sus 217 páginas, incluyendo la bibliografía, imprescindible en un compilación de estas características, están divididas en siete secciones, más un epílogo contra algunos de los mitos existentes en la transmisión del saber científico y tecnológico, por ejemplo que esta tarea sólo puede hacerse a través de los medios de comunicación o que la ciencia divulgada, por el hecho de requerir otro tipo de lenguaje y nivel de detalle, ya no es ciencia.
Con claridad, desfilan por él la especificidad de este sujeto de comunicación, el rol que pueden (y deben) jugar sus "fabricantes" en darlo a conocer, tanto los investigadores directamente como sus institutos a través de departamentos especializados, en qué consiste el trabajo de los periodistas… Y también reflexiones sobre cómo interactúan los diferentes jugadores de la comunicación de la ciencia, los malentendidos usuales entre ellos y la mejora necesaria de la educación, pues no incorpora los últimos descubrimientos y el mundo continúa siendo pensado como antes de la llegada de la relatividad y la mecánica cuántica. Ni siquiera se sabe lo que se ignora: nada menos que un 95% de la composición del Universo.
No olvida la influencia del entorno sociocultural en el que se pretende divulgar. Recuerda como Echegaray, en su discurso de ingreso en la Real Academia de Ciencias en 1866, ya se lamentaba de que España hubiera dejado pasar la primera revolución científica (la de Tycho Brahe, Galileo, Kepler y Newton) sin participar en ella. Esta reflexión viene a caso porque difícilmente un país pobre en investigación y desarrollo (las famosas I+D, ahora siempre acompañadas por la i de innovación) puede pretenderse avanzado e informado en estos temas. Dicho país dependerá para su progreso de la importación de los conocimientos de los que carece, lo que resulta extremadamente caro.
Pero aunque es cierto, como se menciona en Comunicar la ciencia, que "una sociedad poco cultivada no suele pedir más cultura", también lo es que las estadísticas muestran que los usuarios de los medios de comunicación demandan recibir más ciencia de la que les llega, y mucha menos política. En ninguna de las dos solicitudes se les escucha, en el segundo caso porque la política vende y en el primero porque la ciencia no.
Los investigadores, de cuyo trabajo depende el bienestar creciente de una sociedad, raramente participan en la toma de decisiones. Hay una clara descompensación entre la importancia de su aportación y su influencia real, por no hablar de la percepción negativa, incluso de clara desconfianza y miedo, que algunos de sus trabajos acarrean por desconocimiento.
Martínez Sáez defiende que la ciencia debe "venderse" con el marketing adecuado. Y que además puede interesar como aliada publicitaria a empresas que busquen ser asociadas a un centro de investigación de prestigio, lo que supone una interesante fuente de financiación. La comparación del conocimiento científico a una mercancía que puede hacer vender y venderse es, seguramente, la aportación más incómoda de Comunicar la ciencia, contraria a la visión del saber como algo interesante por sí mismo, y que no necesita de estrategias publicitarias.
El autor no renuncia, sin embargo, a la visión más exuperiana: "Las emociones forman parte del sistema de aprendizaje y ayudan a entender y dimensionar las cosas". Y es que matizaciones hay muchas en este libro lleno de planteamientos razonables para extender más la ciencia en nuestra sociedad sin olvidar sus particularidades y las del método científico, así como el lenguaje en el que se expresa, el matemático, que puede resultar muy críptico para algunos receptores.
Muchos contenidos se me quedan en el teclado, no en el tintero pues los tiempos cambian y la tecnología se impone. Pero esta propuesta de la Fundación Cotec puede descargarse en Internet. Repetitiva en sus planteamientos, permitirá recordar, aprender y, también, criticar, pues hay mil modos de abordar un desafío tan vasto como el de la comunicación científica. Respecto a sus sugerencias y consejos, uno recomendaría aplicarse el cuento, no el siguiente, aunque también:
"Tengo serias razones para creer que el planeta del cual venía el principito es el asteroide B 612. Ese asteroide fue visto una sola vez a través del telescopio, en 1909, por un astrónomo turco.
Había realizado, entonces, una gran explicación de su descubrimiento en un Congreso Internacional de Astronomía. Pero nadie le había creído a causa de su vestimenta. Los adultos son así.
Afortunadamente para la reputación del asteroide B 612, un dictador turco impuso a su pueblo, bajo pena de muerte, vestirse a la europea. El astrónomo repitió su demostración en 1920, con un traje muy elegante. Y esta vez todo el mundo estuvo de acuerdo con él. "

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Pensamiento de hoy

febrero, 2008
Aprender sin pensar es tiempo perdido, pensar sin aprender es peligroso.
Confucio, filósofo chino.


"No hay viento favorable para el que no sabe a dónde va" (Séneca)

Camuflaje OVNI

Copyright

En nuestro mundo, una de las facultades que más nos asombra del mundo animal es la llamada mimetismo. Esta es la capacidad de los organismos vivos para pasar inadvertidos para los depredadores. Las variantes son múltiples, desde cambiar el color del pelaje, confundiéndose con su medio, hasta el de adquirir las formas de su entorno, incluso cuando nosotros mismos observamos el comportamiento de animales de nuestro interés, utilizamos el recurso del camuflaje. En la guerra la invisibilidad es una premisa, es por eso que la nación que logre duplicar el camuflaje OVNI obtendrá todas las ventajas sobre su enemigo. Actualmente existen naves invisibles, por lo menos para el radar, como el llamado Stealth Fighter, que por su diseño y pintura especial pasa inadvertido para los radares.

Einstein, en una de sus teorías afirmaba que mediante procesos magnéticos haciendo vibrar un objeto, esté podría desplazar el espectro electromagnético visible que despiden los objetos haciéndolos completamente indistinguibles para el ojo humano. Teoría que se probaría en el tristemente célebre experimento Filadelfia en 1947, con repercusiones bastante lamentables.

Los rayos infrarrojos y ultravioleta están por encima y por debajo, respectivamente, del espectro visible para el ojo humano. Para que una frecuencia infrarroja pueda ser perceptible son necesarios elementos ópticos y tecnológicos de los que carece el ojo humano, sin embargo, un ejemplo claro para poder realizarlo en nuestro hogar, basta colocar un telemando frente a una cámara de video y observarlo en el monitor de televisión.

Esto explicaría cómo aparece y cómo queda registrado en un video un OVNI, cuando al realizar la grabación éste no se observa y ni siquiera es el centro de atención. No obstante, este fenómeno también se produce en negativos fotográficos aun cuando este proceso (óptico químico) es diferente al video. Dando una idea de que si nuestras percepciones físicas no pueden detectar estos avistamientos, sí se cuenta con elementos para poder observarlos.

Otro tipo de camuflaje OVNI (al menos físico y visible), sería el de adoptar las formas del entorno atmosférico, en este caso nubes. Se han registrado avistamientos donde los observadores de estos fenómenos, ven claramente cómo las nubes tienen movimientos caprichosos en el cielo. Estos movimientos por cierto muy semejantes a los observados a través de la historia, donde incluso algunos casos se observan bajar entidades de las mismas.

Por otra parte, la misma maniobrabilidad de algunos OVNI´s hacen que pasen desapercibidos para algunos instrumentos de detección, esto como es de suponerse, sólo es necesario hallarse fuera del campo que cubre un radar, colocándose por encima o por debajo para pasar inadvertido. En medio de estos parámetros explicativos queda otra interrogativa, ¿se pueden ver o fotografiar entidades que se desarrollan en un plano de tres dimensiones? No, no se puede, ya que no obedecen las leyes físicas y ópticas del mismo comportamiento que conocemos, haciendo imposible dejar constancia en una placa o en un video, al menos con la óptica terrestre tal y como la conocemos.

Como se podrá deducir entonces, el hecho de que observemos OVNI´s en el cielo, sólo puede tratarse de un acto consciente de ser observados y enterarnos que allá arriba está sucediendo algo.