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Monday, June 2, 2008

Historias del agua



Tenerife es un espectáculo de la Naturaleza. En pocos lugares del mundo un territorio tan pequeño alberga tal cantidad y variedad de paisajes y estructuras geológicas relacionadas con la actividad volcánica, que además ha propiciado la existencia de multitud de microclimas, flora y fauna en la isla.

CAOS Y CIENCIA

El volcanismo es también en parte responsable de la excelente calidad del cielo tinerfeño para la Astronomía, puesto que ha levantado parte de la isla muy por encima de la altura de las nubes que los vientos alisios empujan desde el océano Atlántico, proporcionando una limpieza y estabilidad atmosféricas ideales para la instalación de observatorios astronómicos.
Al contrario que en otras islas volcánicas, no llueve mucho, no hay cursos permanentes de agua ni lagos. Sin embargo, es capaz de dar de beber a una población que supera el millón de habitantes (contando los turistas que la visitan) y además riega superficies importantes de plataneras y tomateros, que son cultivos que exigen mucha agua. La mayoría del agua que se utiliza, unos 150 hectómetros cúbicos al año, proviene del subsuelo de la isla, o sea, es agua subterránea.
¿Cómo es posible que en un lugar donde llueve relativamente poco se puede extraer tanta agua subterránea? Los antiguos griegos ya se hacían esta pregunta, asombrados al ver la enorme cantidad que brotaba de algunos manantiales, en absoluto en consonancia con la escasa lluvia. Tales de Mileto (aproximadamente 650 A.C.) propuso que las aguas subterráneas procedían del océano, desde el cual llegaban al interior de la tierra, y ascendían hasta los manantiales por la presión de las rocas. Dos siglos más tarde, Platón retoma la idea de Tales, pero él supone que todas las aguas (mares, ríos, manantiales…) tienen su origen en "Tartarus", una enorme caverna interior adonde terminan por volver. Aristóteles, discípulo de Platón, se desmarca de su maestro (que no explicó cómo el agua de mar pierde la sal al ascender) y propone la existencia de un vapor interior que asciende, se condensa y brota en los manantiales. Aristóteles es, además, el primero en sugerir que parte del agua de manantial procede de la filtración del agua de lluvia.
En el siglo I A.C., el arquitecto romano Marco Vitrubio describe por primera vez el ciclo hidrológico. Vitrubio incluye el papel de la vegetación en dicho ciclo (menciona incluso plantas aptas para la captación de agua) y explica técnicas para buscar aguas subterráneas. Sin embargo, la creencia griega en el origen marino de éstas se mantuvo hasta finales del siglo XVI, cuando Bernard Palissy, apoyado por las observaciones y los experimentos realizados, retomó las ideas del arquitecto romano y consideró la infiltración del agua de lluvia como el origen del agua subterránea. De todos modos, científicos de la talla de Kepler o Descartes, aún apoyaban la concepción griega. A finales del siglo XVII y durante el XVIII, numerosos experimentos, como los llevados a cabo en el parisino río Sena por Mariotte y Perrault (hermano del famoso escritor de fábulas), confirman el origen meteórico (lluvia y nieve) de las aguas subterráneas. Sin embargo, en las Islas Canarias la controversia duró hasta bien entrado el siglo XX.
En 1890, el ingeniero de caminos Eugenio Suárez Galván estaba inspeccionando en el municipio tinerfeño de Arafo una galería en construcción para aumentar el caudal de un manantial cuando se quedó maravillado al ver que el agua brotaba del suelo. Unos años más tarde, en 1903, mientras trabajaba en un proyecto para llevar agua desde el centro de la isla de Gran Canaria a la ciudad de Las Palmas, notó que la cantidad de agua subterránea que se extraía era muy grande en relación a la pluviosidad de esa zona y a la cuenca de infiltración. Algo parecido describió en 1913 durante la ejecución de un túnel de conducción de agua hacia la ciudad de Santa Cruz de Tenerife. Entonces propuso la teoría de las "Aguas Ascendentes de Canarias": entre la corteza terrestre y el manto hay una capa de agua y vapores a presión que puede ascender por conductos y fracturas como los existentes en terrenos volcánicos. La teoría de Suárez Galván, que en cierto modo prorroga la de los antiguos griegos, supone que una isla como Tenerife no es capaz de almacenar grandes cantidades de agua.
En el caso de Tenerife, la capacidad de almacenamiento de agua viene definida por la existencia de un suelo o basamento insular impermeable, y una superficie porosa y permeable para facilitar la infiltración de aguas de lluvia y nieve. Por lo general, la permeabilidad desciende con la profundidad debido sobre todo a la compactación del material y a procesos hidrotermales. En una determinada profundidad se puede considerar que el terreno es impermeable. En algunas zonas, la capa impermeable no se alcanza de un modo gradual, sino que aparece de súbito una capa arcillosa conocida localmente como 'mortalón', que corresponde al material triturado resultado de deslizamientos de tierra. Estos alcanzaron proporciones colosales, como los que dieron lugar a la formación de los valles de Güimar, La Orotava e Icod.
Muchas erupciones volcánicas son alimentadas por los diques, que son enormes muros de magma de varios metros de anchura y kilómetros de longitud que se extienden desde decenas de kilómetros de profundidad hasta la superficie, donde provocan las erupciones. Los diques son impermeables y actúan como presas, elevando el nivel de las aguas subterráneas que fluyen contra ellos. Por eso se encuentra muchas veces agua subterránea a gran altura, donde la superficie de infiltración es pequeña.
En resumen, el carácter volcánico de Tenerife y la infiltración de aguas que se acumularon durante miles de años sobre el basamento impermeable, explican el comportamiento hidrológico de la isla que tanto impresionó al ingeniero. Igual de sorprendente es el sistema usado por los isleños para extraer el agua subterránea. Hasta mediados del siglo XIX, el agua que se consumía provenía de nacientes, manantiales o era captada en los barrancos. Resultaba insuficiente para las demandas agrícolas, sobre todo de las exigentes plantaciones de plataneras y tomateros, por lo que aparecieron las llamadas Sociedades de Investigación, Explotación y Aprovechamiento de Aguas Subterráneas.
Durante la segunda mitad del siglo XIX, la búsqueda de agua subterránea se centró en la perforación de galerías donde había nacientes naturales para aumentar su producción. En general, estos nacientes se alimentaban de acuíferos colgados que no llegaban a los acuíferos principales de la isla, mucho más profundos. La necesidad de más agua hizo que se empezaran a perforar galerías más fondas, ubicadas en un principio en barrancos, aunque con el paso del tiempo se perforaron en toda la geografía insular. Empezaron siendo de varios cientos de metros de profundidad (hasta que se encontraban con el nivel saturado de agua), pero con el tiempo alcanzaron kilómetros, conforme el acuífero retrocedía debido a la sobreexplotación. También se daba el caso de galerías que avanzaban kilómetros sin encontrar su primera agua. A mediados de la década de 1960 se habían abierto el 90% de las galerías hoy existentes: más de 1.200 kilómetros de túneles perforados (1.800 actualmente). El máximo de producción de agua se alcanzó en 1965 con unas 50.000 pipas/hora, equivalentes a 7.000 litros/segundo, mientras que en el año 2005 la producción no llegaba a los 4.000 litros/segundo debido a la merma de los acuíferos.
Las galerías o minas de agua no son un invento isleño, los persas y los egipcios utilizaban hace más de 2.500 años los "kanats": túneles de varios kilómetros horadados en roca blanda para recoger el agua de infiltración. En el caso de Tenerife, las primeras galerías se perforaron a pico y pala, pero con el paso del tiempo la dinamita, los martillos neumáticos y últimamente las excavadoras han facilitado el trabajo. Deben tener al menos una altura de 1,80 metros y una anchura de 1,60, pero en las más antiguas estas dimensiones no se solían respetar y adentrarse en los túneles provoca una sensación realmente claustrofóbica.
Las aguas subterráneas deparan otra sorpresa: su enorme variedad, al interactuar con las distintas manifestaciones de la actividad volcánica en una isla cuya última erupción tuvo lugar en 1909. Es realmente espectacular encontrar alumbramientos de agua subterránea que están a una temperatura de 14 ºC, mientras que a unos pocos cientos de metros el agua alumbrada por otra galería alcanza casi los 50 ºC (imaginen las condiciones de trabajo…). Los gases son un enemigo mortal en las galerías, el más abundante de ellos es el dióxido de carbono, generado por la actividad volcánica de la isla. El CO2 se disuelve en el agua subterránea y puede escapar al ser ésta alumbrada, convirtiendo el aire de muchas galerías en irrespirable y mortal si no se toman las adecuadas medidas de seguridad. El dióxido de carbono también puede reaccionar y precipitar dando lugar a espectaculares formaciones calcáreas. Estos mismos precipitados pueden bloquear conducciones de agua, tuberías y acortar la vida útil de muchos electrodomésticos. Hay muchas otras manifestaciones curiosas en las galerías tinerfeñas, como elevadas concentraciones de metano, posiblemente originadas por algún proceso de descomposición orgánica cuyo origen es incierto, agotamiento del oxígeno por causas aún en estudio, y un largo etcétera.
El agua subterránea es un tema realmente apasionante que en el caso de Tenerife reúne además singularidades tales como un sistema privado de explotación, una vasta red de captación que supera los 1.800 kilómetros en una isla de apenas 2.000 kilómetros cuadrados y la presencia de un sistema volcánico activo.

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Pensamiento de hoy

febrero, 2008
Aprender sin pensar es tiempo perdido, pensar sin aprender es peligroso.
Confucio, filósofo chino.


"No hay viento favorable para el que no sabe a dónde va" (Séneca)

Camuflaje OVNI

Copyright

En nuestro mundo, una de las facultades que más nos asombra del mundo animal es la llamada mimetismo. Esta es la capacidad de los organismos vivos para pasar inadvertidos para los depredadores. Las variantes son múltiples, desde cambiar el color del pelaje, confundiéndose con su medio, hasta el de adquirir las formas de su entorno, incluso cuando nosotros mismos observamos el comportamiento de animales de nuestro interés, utilizamos el recurso del camuflaje. En la guerra la invisibilidad es una premisa, es por eso que la nación que logre duplicar el camuflaje OVNI obtendrá todas las ventajas sobre su enemigo. Actualmente existen naves invisibles, por lo menos para el radar, como el llamado Stealth Fighter, que por su diseño y pintura especial pasa inadvertido para los radares.

Einstein, en una de sus teorías afirmaba que mediante procesos magnéticos haciendo vibrar un objeto, esté podría desplazar el espectro electromagnético visible que despiden los objetos haciéndolos completamente indistinguibles para el ojo humano. Teoría que se probaría en el tristemente célebre experimento Filadelfia en 1947, con repercusiones bastante lamentables.

Los rayos infrarrojos y ultravioleta están por encima y por debajo, respectivamente, del espectro visible para el ojo humano. Para que una frecuencia infrarroja pueda ser perceptible son necesarios elementos ópticos y tecnológicos de los que carece el ojo humano, sin embargo, un ejemplo claro para poder realizarlo en nuestro hogar, basta colocar un telemando frente a una cámara de video y observarlo en el monitor de televisión.

Esto explicaría cómo aparece y cómo queda registrado en un video un OVNI, cuando al realizar la grabación éste no se observa y ni siquiera es el centro de atención. No obstante, este fenómeno también se produce en negativos fotográficos aun cuando este proceso (óptico químico) es diferente al video. Dando una idea de que si nuestras percepciones físicas no pueden detectar estos avistamientos, sí se cuenta con elementos para poder observarlos.

Otro tipo de camuflaje OVNI (al menos físico y visible), sería el de adoptar las formas del entorno atmosférico, en este caso nubes. Se han registrado avistamientos donde los observadores de estos fenómenos, ven claramente cómo las nubes tienen movimientos caprichosos en el cielo. Estos movimientos por cierto muy semejantes a los observados a través de la historia, donde incluso algunos casos se observan bajar entidades de las mismas.

Por otra parte, la misma maniobrabilidad de algunos OVNI´s hacen que pasen desapercibidos para algunos instrumentos de detección, esto como es de suponerse, sólo es necesario hallarse fuera del campo que cubre un radar, colocándose por encima o por debajo para pasar inadvertido. En medio de estos parámetros explicativos queda otra interrogativa, ¿se pueden ver o fotografiar entidades que se desarrollan en un plano de tres dimensiones? No, no se puede, ya que no obedecen las leyes físicas y ópticas del mismo comportamiento que conocemos, haciendo imposible dejar constancia en una placa o en un video, al menos con la óptica terrestre tal y como la conocemos.

Como se podrá deducir entonces, el hecho de que observemos OVNI´s en el cielo, sólo puede tratarse de un acto consciente de ser observados y enterarnos que allá arriba está sucediendo algo.