(NC&T) Después de las temporadas ciclónicas de 2004 y 2005, se despertó una gran preocupación sobre cómo serán las temporadas atlánticas en un mundo más caliente. Las evidencias indican que temperaturas oceánicas más altas acarrean que se agregue mucho combustible a estas devastadoras tormentas.
Los autores de este estudio advierten sobre el riesgo de examinar una única parte del rompecabezas. "La temperatura de la superficie del mar está un poco sobrevalorada", argumenta Jim Kossin, científico atmosférico del Instituto Cooperativo de Estudios Meteorológicos por Satélite de la Universidad de Wisconsin-Madison. "Forma parte de un patrón más grande".
Kossin y Dan Vimont, un profesor en el Departamento de Ciencias Atmosféricas y Oceánicas, notaron que una mayor temperatura de las aguas es sólo una pieza en un engranaje más grande.
Dependiendo de otras condiciones favorables para los huracanes, océanos más calientes pueden traer diferentes consecuencias en distintas partes del mundo. Concentrarse en cómo la atmósfera y el océano actúan juntos ayuda a los expertos en huracanes a ver la maquinaria en su conjunto y comprender mejor cuál es la situación.
La atmósfera reacciona a las condiciones del océano, y el océano reacciona a la situación atmosférica, creando un patrón de circulación específico conocido como el Modo Meridional Atlántico (AMM por sus siglas en inglés). El AMM unifica las conexiones entre los factores que influyen en los huracanes, tales como la temperatura del océano, características del viento y humedad en la atmósfera.
Encontrar que un patrón de circulación propio de una cuenca oceánica determina la actividad ciclónica ayuda a explicar las diferencias significativas en las tendencias ciclónicas a largo plazo entre las distintas cuencas oceánicas del mundo.
En un estudio publicado en febrero del 2007, Kossin y sus colaboradores crearon un registro más sistemático de huracanes que permitió mejoras significativas en la utilización de estos datos. Un análisis de estos datos recalibrados mostró que los huracanes se han vuelto más potentes y más frecuentes en el Océano Atlántico durante las últimas dos décadas. Esta tendencia creciente, sin embargo, no es fácil encontrarla en los otros océanos del mundo.
Kossin y Vimont quisieron determinar por qué las tendencias a largo plazo en el Atlántico parecían diferentes de las tendencias en las otras cuencas oceánicas, particularmente en la del Pacífico, donde se produce la mayor parte de la actividad ciclónica del mundo. "El AMM nos ayuda a entender por qué los huracanes en el Atlántico reaccionan de forma diferente ante los cambios climáticos que los del Pacífico", explica Vimont.
Según él, las otras cuencas oceánicas tienen sus propios modos de variabilidad. Entender cómo varían juntos los factores proporciona un nuevo esquema de referencia para evaluar los cambios climáticos y los huracanes.
Observar un conjunto más amplio de condiciones variables proporciona un conocimiento más coherente de cómo el cambio climático afecta a la actividad ciclónica. En el Atlántico, aguas más calientes indican que otras condiciones también son ideales para el desarrollo de huracanes.
Sin embargo, en el Pacífico, un entorno que promueva huracanes va asociado a temperaturas oceánicas más frías en el área donde las tormentas se manifiestan. La relación incoherente con las temperaturas de la superficie marítima lleva a Vimont y Kossin a concluir que la conexión entre la actividad ciclónica y la variabilidad climática depende de más factores que sólo los cambios en las temperaturas oceánicas.
Debido a que las temperaturas más altas en la superficie del Atlántico actúan en conjunción con el AMM, Vimont y Kossin sugieren que los huracanes atlánticos serán más sensibles a los cambios climáticos que las tormentas en otras cuencas
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