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Friday, December 19, 2008

Los átomos de níquel, que miles de millones de años más tarde “serán” un franco, fueron manufacturados y escupidos por una estrella




Al andar, va siempre mirando al suelo por si encuentra algo. Es lo que más ilusión le hace, y su insistencia en desplazarse con la cabeza gacha ha dado sus frutos. Su mayor botín ha sido un billete de 1.000 pesetas, que tuvo que repartir con sus hermanos con menos suerte o insistencia por tenerla. Mayoritariamente encuentra monedas: de cinco, veinticinco, cincuenta pesetas… a veces incluso de cien.

De vacaciones en la Costa Brava con su familia, un día recoge una moneda desconocida, con una mujer dibujada en un lado y una rama en el otro. Le explican que procede de un país llamado Francia. Su nombre es franco y no peseta, y entre risas le aclaran que no tiene parentesco con Francisco, ese señor cuyo nombre aparece en casi todas las monedas, como él correctamente puntualiza.

A la espera de visitar Francia, se acostumbra a llevarla siempre en el bolsillo, puesto que no puede adquirir nada con ella. Siendo un gran defensor del uso del dinero para comprar chucherías, y contrario a la idea del ahorro, le parece poco correcto secuestrar una pieza de intercambio, pero se consuela diciéndose que ella está descansando. Por la fecha grabada, 1960, lleva unos cuantos años de duro trabajo. Le gusta pensar que esa moneda, a diferencia de él, ha viajado mucho. Pero no es capaz de imaginar cuánto significa ese mucho.

Cuando le explican que procede de las estrellas, la primera imagen que acude a su mente es una estrella escupiendo monedas de 1 franco, pero la desestima rápidamente con la intuición de que esto no es posible. Tiene razón: son los átomos de níquel de los que están hechos los francos, los que son “manufacturados” por las estrellas, ¡aunque no por cualquier estrella!

La historia se remonta en el tiempo hasta el origen de lo que apenas alcanza el conocimiento humano: la formación del Universo, hace 13.700 millones de años. En ese momento hace tanto calor que los ladrillos con los que se construyen los núcleos atómicos, los protones y los neutrones, no pueden ensamblarse. Todo lo que se forma se deshace instantáneamente.

Pero el Universo está en rápida expansión, y por lo tanto su temperatura sigue bajando. Tres minutos transcurren desde el Big Bang, cuando se dan las primeras uniones de un protón con un neutrón formando núcleos de átomos de hidrógeno, los más básicos. La temperatura continúa descendiendo, y por ello las colisiones nucleares se enlentecen. Los electrones cesan de vagar libremente y se emparejan con los núcleos de hidrógeno. De forma más escasa, los núcleos con dos protones y dos neutrones capturan dos electrones, formando los átomos de helio primordial. No ocurre ninguna unión más de importancia, siendo más de las tres cuartas partes de toda la materia del Universo hidrógeno, y el resto helio. No existe níquel, nadie lo ha producido todavía.

Unos mil millones de años después, en nuestra galaxia, la Vía Láctea, formada a partir de nubes gigantescas de hidrógeno y helio, se encienden las primeras estrellas. En su interior se retomará el proceso de “construcción de elementos químicos” detenido unos minutos después del Big Bang.La masa de las jóvenes estrellas es muy grande, por lo que la atracción gravitatoria produce una enorme presión, mayor en su centro, que determina que en él la temperatura sea superior a varios millones de grados.

A esas temperaturas, los núcleos de hidrógeno se fusionan, formando helio y liberando energía. En estrellas grandes, de talla superior a la del Sol, la presión debida a la atracción gravitatoria es mayor, y las temperaturas permiten fusionar núcleos de helio en otros más pesados, formándose como resultado carbono, oxígeno, y demás elementos de la tabla periódica (hasta el hierro), y produciendo energía en el proceso. Pero para constituir núcleos más pesados que el hierro no basta con altas temperaturas. No se libera energía en el proceso de fusión, sino que debe ser aplicada para su formación.

Pasa el tiempo, y hace “solamente” de 5.000 a 10.000 millones de años una estrella muy masiva se dispone a morir. Se le ha acabado el combustible de sus capas internas, lo que la vuelve inestable. Explotará como supernova, en medio de una formidable liberación de energía. Durante el proceso, no sólo expulsara al espacio gran parte de los elementos que ha “construido” en su núcleo a lo largo de su vida, sino que gracias a esta enorme energía existente será capaz de sintetizar otros elementos más pesados, entre ellos níquel.

Los átomos de níquel, los mismos que miles de millones de años después formarán parte del franco, por fin están presentes en el Universo. Su historia sigue su curso. Los gases eyectados por la explosión se enfrían, y el polvo se condensa en gránulos. Sobre estos se fijan los átomos, quizás unidos al oxígeno en forma de óxido. Comienza para cada una de estas pequeñas partículas perdidas entre las estrellas un largo viaje a través de la galaxia, durante el cual su temperatura disminuye hasta unas decenas de grados kelvin, cerca del cero absoluto (unos – 240 grados centígrados).

Hace 4.600 millones de años, el grano del polvo interestelar se encuentra en el interior de una nube de gas que deviene más y más densa, hasta que comienza a hundirse sobre sí misma. Como consecuencia, una parte de la materia se concentra en el centro formando una proto-estrella, nuestro futuro Sol, que pronto comienza a producir radiación y, con ello, a iluminar. A su alrededor se sitúan formando un disco plano en rotación el gas y polvo restantes. Esta materia sufre un proceso de aglomeración y se constituyen paulatinamente los planetas del Sistema Solar, entre ellos la Tierra.

La Tierra completa su formación incorporando los miles de cuerpos de tamaños diversos que continúan cayendo sobre su superficie atraídos por su masa creciente. Los elementos químicos más pesados, entre ellos el níquel, se hunden lentamente en su interior. Tras 100 millones de años, la mayor parte de este mineral se concentra en el corazón terrestre; existe una pequeña cantidad en el manto externo, pero cuasi nada en la corteza.

Los elementos que se han hundido por pesados no son capaces de remontar por sí solos a la superficie con su masa y la gravedad en contra. Necesitan agentes externos que pongan al descubierto las entrañas del planeta. Hace 2.000 millones de años fue el violento impacto de un meteorito el que, al romper la corteza, “liberó” el manto de debajo. En el lugar del suceso, situado en Sudbury (Canadá) se encuentra actualmente el mayor yacimiento mundial de níquel. Otro de gran importancia es el de Nueva Caledonia. Allí la responsable fue la superposición de dos placas tectónicas hace 40 millones de años. Las rocas del manto que accedieron a la superficie (peridotitas) contenían originalmente poca cantidad níquel, pero fueron enriquecidas en este elemento por la acción química y mecánica del caluroso y húmedo clima tropical.

La existencia del níquel se manifiesta al ser humano por vez primera en el siglo XVIII en las montañas de Sajonia con una decepción: la de los mineros en busca de cobre que creen no poder obtener nada del mineral rojizo que han extraído. Lo bautizan “kupfernickel”, en alemán “cobre del diablo”. La tradición germánica conoce al diablo como “viejo Nick”, y así se lee en los cuentos de los Hermanos Grimm. Poco tiempo después, en 1751, se consigue aislar el metal; y en 1804 se obtiene en una forma más pura y se determinan sus propiedades físicas. Su alta temperatura de fusión, resistencia a la corrosión y elevada ductilidad lo convierten en un aliado de la industria, también seducida su capacidad de formar aleaciones con otros metales.

El níquel de la moneda de un franco procede del yacimiento de Nueva Caledonia, bajo dominio francés. El lugar es descubierto en 1863 por el ingeniero Jules Garnier, el cual encuentra un nuevo metal de un bello color turquesa. El silicato de magnesio y de níquel, pues de esto se trata, es actualmente conocido como garnierita. Quince años más tarde Garnier funda, junto al inglés John Higginson, la “Sociedad del Níquel” para explotarlo.

En una mina, una excavadora extrae del suelo el mineral por toneladas. Es llevado a Doniambo (en la rada de Nouméa) donde sufre una primera transformación, pero carece todavía de la pureza requerida. Abandona la isla por barco, destino a Le Havre, una ciudad del noroeste de Francia, donde es refinado para obtener níquel puro. Fundido, laminado, cortado y finalmente acuñado, se convierte en 1 franco a un ritmo de 250 monedas por minuto en la fábrica de Pessac, situada en el departamento de Gironda.

El níquel es famoso por su contribución a la numismática. No sólo por las monedas que lo utilizan en exclusividad, como el franco, también por aquellas en las se encuentra en aleación con otro metal, habitualmente el cobre. Cuando finalmente nuestro personaje viaja a Francia acompañado por su franco, aunque quisiera comprar algo con él no podría. Ya ha llegado la moneda de 1 euro que, esto sí, contiene cuproníquel en la parte plateada central, de ahí el color plateado-blancuzco que comparte con su antecesora francesa. De todos modos, tampoco cree que la hubiera gastado, de haber podido. Llevan mucho tiempo juntos (y es que no sólo los átomos de níquel se forman en las estrellas…).

por:Robert Mochkovitch / Annia Domènech

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Pensamiento de hoy

febrero, 2008
Aprender sin pensar es tiempo perdido, pensar sin aprender es peligroso.
Confucio, filósofo chino.


"No hay viento favorable para el que no sabe a dónde va" (Séneca)

Camuflaje OVNI

Copyright

En nuestro mundo, una de las facultades que más nos asombra del mundo animal es la llamada mimetismo. Esta es la capacidad de los organismos vivos para pasar inadvertidos para los depredadores. Las variantes son múltiples, desde cambiar el color del pelaje, confundiéndose con su medio, hasta el de adquirir las formas de su entorno, incluso cuando nosotros mismos observamos el comportamiento de animales de nuestro interés, utilizamos el recurso del camuflaje. En la guerra la invisibilidad es una premisa, es por eso que la nación que logre duplicar el camuflaje OVNI obtendrá todas las ventajas sobre su enemigo. Actualmente existen naves invisibles, por lo menos para el radar, como el llamado Stealth Fighter, que por su diseño y pintura especial pasa inadvertido para los radares.

Einstein, en una de sus teorías afirmaba que mediante procesos magnéticos haciendo vibrar un objeto, esté podría desplazar el espectro electromagnético visible que despiden los objetos haciéndolos completamente indistinguibles para el ojo humano. Teoría que se probaría en el tristemente célebre experimento Filadelfia en 1947, con repercusiones bastante lamentables.

Los rayos infrarrojos y ultravioleta están por encima y por debajo, respectivamente, del espectro visible para el ojo humano. Para que una frecuencia infrarroja pueda ser perceptible son necesarios elementos ópticos y tecnológicos de los que carece el ojo humano, sin embargo, un ejemplo claro para poder realizarlo en nuestro hogar, basta colocar un telemando frente a una cámara de video y observarlo en el monitor de televisión.

Esto explicaría cómo aparece y cómo queda registrado en un video un OVNI, cuando al realizar la grabación éste no se observa y ni siquiera es el centro de atención. No obstante, este fenómeno también se produce en negativos fotográficos aun cuando este proceso (óptico químico) es diferente al video. Dando una idea de que si nuestras percepciones físicas no pueden detectar estos avistamientos, sí se cuenta con elementos para poder observarlos.

Otro tipo de camuflaje OVNI (al menos físico y visible), sería el de adoptar las formas del entorno atmosférico, en este caso nubes. Se han registrado avistamientos donde los observadores de estos fenómenos, ven claramente cómo las nubes tienen movimientos caprichosos en el cielo. Estos movimientos por cierto muy semejantes a los observados a través de la historia, donde incluso algunos casos se observan bajar entidades de las mismas.

Por otra parte, la misma maniobrabilidad de algunos OVNI´s hacen que pasen desapercibidos para algunos instrumentos de detección, esto como es de suponerse, sólo es necesario hallarse fuera del campo que cubre un radar, colocándose por encima o por debajo para pasar inadvertido. En medio de estos parámetros explicativos queda otra interrogativa, ¿se pueden ver o fotografiar entidades que se desarrollan en un plano de tres dimensiones? No, no se puede, ya que no obedecen las leyes físicas y ópticas del mismo comportamiento que conocemos, haciendo imposible dejar constancia en una placa o en un video, al menos con la óptica terrestre tal y como la conocemos.

Como se podrá deducir entonces, el hecho de que observemos OVNI´s en el cielo, sólo puede tratarse de un acto consciente de ser observados y enterarnos que allá arriba está sucediendo algo.