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Monday, March 7, 2011

El saber Magico del Antiguo Egipto 2


LA MAGIA ETERNA

La vida de un egiptólogo, incluso en nuestros días, se sitúa a menudo bajo el signo de la aventura. Es necesario, desde luego, pasar largas horas inclinado sobre papiros, atento a los textos de los templos y estelas. Las bibliotecas son cavernas con tesoros en las que, gracias a los trabajos de los predecesores, es posible reconocer los caminos que llevarán al descubrimiento. Pero toda esta erudición, por indispensable que sea, no reemplaza un contacto vivo con Egipto.
Un egiptólogo que no crea en la religión egipcia, que no participe de una total simpatía hacia la civilización que estudia, no podría, a nuestro entender, más que pronunciar palabras vacías. El intelectualismo, por brillante que sea, no ha reemplazado nunca el sentimiento vivo, incluso en una disciplina científica. Los más grandes sabios son aquellos que participan del misterio del universo y tienden a expresarlo por medio de su visión del Conocimiento, nutrido a través de los años.
Si esto es cierto para ciencias tales como la física, como indicó Eisenberg, Einstein y tantos otros, se comprenderá que el antiguo Egipto reclame, por parte del que lo estudia, otra actitud distinta del frío racionalismo y del "distanciamiento" histórico.
Una tarde de Navidad, en Luxor, se me ofreció un suntuoso regalo. Una invitación para cenar con una familia de cazadores de serpientes. El abuelo, amigo de Francia, hablaba admirablemente nuestra lengua. Me ofreció el lugar de honor, a su lado, durante la cena, en presencia de su mujer, sus cuatro hijos y sus tres hijas. Fuera, la noche era suave. Cuando el sol se puso, estalló en decenas de colores que se fueron apagando en un último tono rojizo que fue a morir en los muros del templo de Luxor, la obra maestra del faraón Amenofis III y de su genial arquitecto Amenhotep, hijo de Hapou.
La vivienda de mi anfitrión no tenía nada de magnífica. Pobremente amueblada, pretendiendo ser bonita, era, sin embargo, un templo a la amistad. Palomas asadas, arroz, tortas, pasteles…; se había dispuesto un festín para honrar al viajero.
En esta fiesta cristiana de Navidad, en el transcurso de una larga cena que no acabó hasta poco antes del alba, nuestra conversación giró sobre un solo y único tema: la magia. Mi anfitrión y sus hijos realizaban una extraordinaria función: capturar serpientes y escorpiones. Ante los periodistas que, de vez en cuando, venían a preguntarles sobre su curioso oficio, se presentaban como personas sencillas, precavidas, herederos de una antigua tradición familiar, comerciantes de veneno vinculados a una función lucrativa. Estas declaraciones no me satisfacían. En el curso de mis investigaciones, me había encontrado, como todo egiptólogo, con la magia. Muchos "sabios" han intentado separarla de la religión egipcia como una tara incompatible con la altura de las concepciones metafísicas expuestas en los grandes textos. Pero la magia es sólida. Está siempre presente en Egipto, tanto en los recovecos de un cuento que creemos "literario" como en el interior de una tumba o sobre los muros de un templo. En la época de los faraones, los que se ocupaban de los animales venenosos eran magos que habían recibido una iniciación, un saber, que utilizaban fórmulas específicas cuyo manejo requería cualidades excepcionales.
Le recordé estas precisiones a mi anfitrión. Sonrió. "Hay que reconocer – admitió – que se el hermano de una serpiente no está al alcance de cualquiera…, quizás, e efecto, sea útil una cierta magia…" Según las reglas de la cortesía oriental, se había entablado la verdadera conversación.
Persuadido de que mi anfitrión debía, sin embargo, conocer y practicar las reglas de la antigua magia egipcia, confronté su experiencia con mis conocimientos de egiptólogo. Así nació este libro sobre el mundo mágico de la civilización faraónica. Desde los textos antiguos a la experiencia viva no hay interrupción (*)
Hermópolis, la antigua ciudad santa del dios Thot, el patrono de los magos egipcios, el Hermes de los griegos, no es hoy más que una ciudad en ruinas. Sin embargo, aquí y allá subsisten vestigios de su grandeza pasada. Uno de los más impresionantes es la tumba de Petosiris, gran sacerdote de Thot, iniciado en los misterios. Esta tumba no está consagrada a la muerte, sino a la vida en la eternidad. Sus admirables textos fueron redactados para ayudar al hombre a realizarse, a encontrar la verdad profunda de su ser sin la cual no podrá darse ninguna felicidad sobre la tierra. Sobre uno de los muros de la tumba de Petosiris se leen estas frases:
"El que se mantiene en el camino de Dios, pasa toda su vida en la alegría, colmado de riquezas más que todos sus semejantes. Envejece en su ciudad, es un hombre venerado en su provincia, todos sus miembros son jóvenes como los de un niño. Sus hijos están ante él, numerosos y considerados como los primeros de su ciudad; sus hijos se suceden de generación en generación… Él llega al fin a la necrópolis con júbilo, en el bello embalsamamiento del trabajo de Anubis (I)."
Para alcanzar la sabiduría evocada por el gran sacerdote Petosiris, la buena voluntad no basta. Una determinada ciencia, que los egipcios llamaban "magia", se revela como indispensable. Esta noción clave, confundida hoy con la magia negra, la hechicería, los poderes psíquicos y otros fenómenos más o menos inquietantes, tenía un significado preciso en la época de los faraones.
Religión y magia no se pueden separar una de otra. ¿Podemos imaginar un ritual sin proyección mágica? Las religiones del libro (cristianismo, judaísmo, islam), muchas de las cuales lo niegan a veces, ¿no ejercen una magia sobre el alma humana, a fin de permitirle acceder a realidades que nuestros sentidos se revelan incapaces de apreciar?
Los escribas egipcios redactaron miles de páginas reunidas en colecciones que los egiptólogos califican de "mágico – religiosas". Una lectura rápida, por lo cual superficial, de tales escritos, nos lleva a la conclusión de que los egipcios formulaban deseos: vivir una larga vida sobre la tierra, no ser privados de alimentos en el más allá, no morir de la mordedura de una serpiente o la picadura de un escorpión, gozar de buena salud en la tierra, conservar todas sus aptitudes físicas, entrar y salir por las puertas orientales del cielo (es decir, tener un espíritu suficientemente formado como para "circular" por el cosmos), conocer las almas de los occidentales (es decir, acceder a los misterios de los Antepasados) . Se mezclan, como vemos, esperanzas materiales y esperanzas espirituales. Es una de las características esenciales del pen_

(*) El lector encontrará, en notas, la alusión a los textos egipcios cuya mayor parte no son desgraciadamente accesibles más que a los especialistas. Son el aspecto fundamental de la documentación escrita completada con la información oral que, en repetidas ocasiones, le proporcionará las claves.
(I) Inscripción nro. 61 de la tumba de Petosiris (traducción al francés de Lefebvre)
Samiento egipcio. Hay un cielo, hay una tierra. Hacen actuar el uno sobre la otra. Nuestra vida terrestre, en uno de sus aspectos más corrientes, está impregnada de una fuerza espiritual que los sabios de Egipto llamaban heka, "magia". Este término, de dudosa etimología, significa probablemente "dominar los poderes", lo que constituye efectivamente la meta del arte del mago.
Quien desea practicar la magia debe tomar conciencia de los poderes que rigen toda vida y manipularlos experimentalmente. Grado de experiencia estrictamente individual: el aprendiz de mago, como veremos, es instruido en las escuelas especializadas de los templos bajo la dirección de vigilantes maestros que no le dejan de ningún modo actuar a su antojo y según su fantasía.
Revelación esencial de los sabios: la Magia, concebida como fuerza creadora, fue creada antes de la creación que nosotros conocemos. Es hija del dios sol, del que cada rayo de luz es una manifestación mágica, en cuanto instrumento de vida.
Para el egipcio antiguo, todo vive. pensar que algo es inanimado prueba que nuestra mirada no se dirige correctamente sobre la realidad. El hombre, como cualquier otra parcela viva, es el resultado de un juego de fuerzas. ¿las sufrirá pasivamente o intentará identificarlas? La calidad de su destino dependerá de la respuesta a estas cuestiones. Las fuerzas mágicas nos parecen hostiles en la medida en que nuestro grado de conocimiento es insuficiente. El científico contemporáneo critica con facilidad al primitivo que se extasía o se espanta ante los fenómenos naturales que juzga sobrenaturales. Pero incluso ese científico, a pesar de su saber, sigue siendo el esclavo de zonas de sombra que desvirtúan a veces el razonamiento más consolidado. Es decir, que el hombre de hoy como el de ayer se enfrenta a lo desconocido, fuente y finalidad de su existencia. Los magos del antiguo Egipto tienen mucho que enseñarnos en este campo.
La fuerza sobrenatural que sustenta la vida no está fuera del alcance de la inteligencia humana. Reside en el corazón del ser, en su templo interior. Al descubrirla, y luego utilizarla, el mago constataba que su acción tenía repercusiones en este mundo y en el otro, como si no existiese ninguna barrera entre ellos. Conocer al dios de la magia es descubrir el poder de los poderes, penetrar en el juego armonioso de las divinidades. También el muerto, el que pasa al otro lado del espejo, debe conservar su poder mágico para alcanzar la realidad última.
Esta magia puede definirse como la energía esencial que circula tanto en el universo de los dioses como en el de los humanos. Allí no hay "vivos" ni "muertos", sino seres más o menos capaces de captar esta energía contenida en el nombre secreto de los dioses. Estudiando los jeroglíficos, es decir, "las palabras de los dioses", progresamos en el conocimiento de estos nombres cargados de energía. En Egipto nada se queda en lo intelectual, en el mal sentido del término, es decir, separado de lo real. Por esta razón, todo objeto animado mágica y ritualmente – por ejemplo, las coronas reales – conserva un secreto vital. Espíritu y materia están entretejidas en la misma sustancia. Lo importante, en la práctica de la magia, es identificar el lazo que une todas las cosas, que reúne en una cadena de unión cósmica al conjunto de las criaturas.
Las líneas que preceden prueban también que no se debe reducir la magia del antiguo Egipto a una hechicería de poca monta. En realidad, nos encontramos ante una ciencia sagrada que exige especialistas muy instruidos, para que sean capaces de comprender las fuerzas más secretas del universo. Según un magnífico texto, titulado las Enseñanzas de Merikare, "el Creador concedió la magia al hombre a fin de ahuyentar el efecto fulgurante de lo que sobreviene". Dicho de otro modo, todos somos esclavos de un cierto determinismo. La mayor parte del tiempo, los acontecimientos, felices o desgraciados, nos cogen desprevenidos. No somos dueños de nuestro destino. Egipto no niega este determinismo, pero considera que es posible escapar de él utilizando la magia. Por medio de la práctica de este arte, podemos modificar nuestro destino, luchar contra las tendencias negativas de la aventura humana, ya sea colectiva o individual, alejar los peligros de los que tomamos conciencia.
La magia fue considerada en Egipto como una ciencia exacta. Aunque ciertos aficionados, como los brujos de aldea, utilizaban algunas recetas mágicas elementales, la gran magia de Estado no era revelada más que a una elite de escribas, a los que debemos comparar con los físicos atómicos contemporáneos. Esta magia, en efecto, está destinada a preservar el orden del mundo. Tal fuerza no es fruto de una improvisación o de un ilusionismo cualquiera. Descansa sobre una minuciosa cadena de experiencias controladas por el mago.
La existencia humana reposa sobre un equilibrio precario. La amenazan muchos peligros: demonios, fuerzas negativas, muertos herrantes, múltiples manifestaciones del "mal de ojo", es decir, de una energía negativa que destruye, con su solo poder, todo lo que existe. El primer deber del mago es atajar este negativismo, preservar lo que existe. Pero debe igualmente velar porque los momentos "de paso" se desarrollen perfectamente. El nacimiento, el matrimonio, la muerte, el fin de un año y el comienzo del siguiente, son otros tantos ejemplos de situaciones muy delicadas en las que la intervención mágica es indispensable.
Los magos afirman de buen grado que sus secretos se remontan a la más lejana antigüedad. No es fruto de una convención, sino el cuidado por referirse a los modelos primordiales, a los mitos de la creación. En cierto modo, el mago está en contacto directo con el arquitecto del mundo. Todo acto mágico es, por definición, acto creador que se enraíza en las profundidades de los orígenes. El mago "restablece cómo fue hecho en el comienzo", devuelve al presente "la primera vez", restituye el mundo "en aquel tiempo". El tiempo mágico es un tiempo primordial. Por medio del estudio de la magia, vamos hacia el destello de donde brotó toda la creación.
El dios de la magia, Heka, es una creación de la luz. Hablar de magia "negra" y magia "blanca" está ya en decadencia. No existe, en realidad, más que una magia solar, portadora de luz, que favorece la iluminación del mago. El resto no es sino ilusionismo, hechicería o búsqueda de poderes.
En el mundo de las divinidades, el dios de la magia tiene una función precisa: ahuyentar lo que debe ser ahuyentado, evitar que el mal y la disonancia vengan a perturbar el orden de las cosas. El mago, cuando está realmente imbuido por la fuerza divina, realiza igualmente esta función. Es Horus. La magia de su madre Isis está en sus miembros (2). Es el Ra de los nombres misteriosos, es el que se encuentra en el océano de energía de los primeros tiempos (3). Se identifica con los dioses más grandes del panteón, mientras experimenta en su propio cuerpo la magia como una fuerza viva. Ésta circula por sus pies, sus manos, su cabeza, todo su cuerpo. Es preciso que la fuerza mágica emita una luz y expanda, en ciertas ocasiones, un olor característico.
"He ahí que me uno a este poder mágico en todo lugar en el que se encuentre, en todo hombre en el que se encuentre", dice el mago en el capítulo 24 del Libro de los Muertos; "Es más rápida que el galgo, más veloz que la luz". El mago llena su vientre de poder mágico; gracias a él, aplaca su sed (4). Esta "magia en el vientre" llega enseguida al espíritu, como un fluido que circula por los canales secretos del cuerpo. De este modo, el mago, hijo de Ra, señor de la luz y del sol, y de Thot, encarnado por la Luna, descubre el alcance de sus percepciones. Su saber está consignado en un escrito que proviene de la morada del dios Thot, tras haber sido sellado en el palacio de Thot.
Sin magia, la supervivencia es imposible. Las fórmulas apropiadas dan a aquel que se presenta ante las puertas de la muerte el coraje y la ciencia adecuadas para franquear el obstáculo sin ser aniquilado.
El mago viaja por el cielo. Ante la estrella Orión, afirma haberse alimentado de los poderes vitales, haber sido nutrido por los espíritus de los antiguos dioses de los que conoce sus nombres secretos. Orión escucha al viajero del más allá. Reconoce que efectivamente ha adquirido todos los poderes, que no ha olvidado ninguno (5). Por esta razón, resucita, identificado con una estrella, y brillará en lo alto del cielo. Tal es el destino del mago: convertirse en una luz en el cosmos, para iluminar el camino de los demás hombres.

(2) Papiro médico Hearst, II, 4
(3) Papiro Leiden, 347, 4-II
(4) Text. Sarc., I, 137 d. ss.
(5) Text. Sarc., cap. I.017
El corazón intuitivo.

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Pensamiento de hoy

febrero, 2008
Aprender sin pensar es tiempo perdido, pensar sin aprender es peligroso.
Confucio, filósofo chino.


"No hay viento favorable para el que no sabe a dónde va" (Séneca)

Camuflaje OVNI

Copyright

En nuestro mundo, una de las facultades que más nos asombra del mundo animal es la llamada mimetismo. Esta es la capacidad de los organismos vivos para pasar inadvertidos para los depredadores. Las variantes son múltiples, desde cambiar el color del pelaje, confundiéndose con su medio, hasta el de adquirir las formas de su entorno, incluso cuando nosotros mismos observamos el comportamiento de animales de nuestro interés, utilizamos el recurso del camuflaje. En la guerra la invisibilidad es una premisa, es por eso que la nación que logre duplicar el camuflaje OVNI obtendrá todas las ventajas sobre su enemigo. Actualmente existen naves invisibles, por lo menos para el radar, como el llamado Stealth Fighter, que por su diseño y pintura especial pasa inadvertido para los radares.

Einstein, en una de sus teorías afirmaba que mediante procesos magnéticos haciendo vibrar un objeto, esté podría desplazar el espectro electromagnético visible que despiden los objetos haciéndolos completamente indistinguibles para el ojo humano. Teoría que se probaría en el tristemente célebre experimento Filadelfia en 1947, con repercusiones bastante lamentables.

Los rayos infrarrojos y ultravioleta están por encima y por debajo, respectivamente, del espectro visible para el ojo humano. Para que una frecuencia infrarroja pueda ser perceptible son necesarios elementos ópticos y tecnológicos de los que carece el ojo humano, sin embargo, un ejemplo claro para poder realizarlo en nuestro hogar, basta colocar un telemando frente a una cámara de video y observarlo en el monitor de televisión.

Esto explicaría cómo aparece y cómo queda registrado en un video un OVNI, cuando al realizar la grabación éste no se observa y ni siquiera es el centro de atención. No obstante, este fenómeno también se produce en negativos fotográficos aun cuando este proceso (óptico químico) es diferente al video. Dando una idea de que si nuestras percepciones físicas no pueden detectar estos avistamientos, sí se cuenta con elementos para poder observarlos.

Otro tipo de camuflaje OVNI (al menos físico y visible), sería el de adoptar las formas del entorno atmosférico, en este caso nubes. Se han registrado avistamientos donde los observadores de estos fenómenos, ven claramente cómo las nubes tienen movimientos caprichosos en el cielo. Estos movimientos por cierto muy semejantes a los observados a través de la historia, donde incluso algunos casos se observan bajar entidades de las mismas.

Por otra parte, la misma maniobrabilidad de algunos OVNI´s hacen que pasen desapercibidos para algunos instrumentos de detección, esto como es de suponerse, sólo es necesario hallarse fuera del campo que cubre un radar, colocándose por encima o por debajo para pasar inadvertido. En medio de estos parámetros explicativos queda otra interrogativa, ¿se pueden ver o fotografiar entidades que se desarrollan en un plano de tres dimensiones? No, no se puede, ya que no obedecen las leyes físicas y ópticas del mismo comportamiento que conocemos, haciendo imposible dejar constancia en una placa o en un video, al menos con la óptica terrestre tal y como la conocemos.

Como se podrá deducir entonces, el hecho de que observemos OVNI´s en el cielo, sólo puede tratarse de un acto consciente de ser observados y enterarnos que allá arriba está sucediendo algo.