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Monday, March 7, 2011

EL SABER MÁGICO DEL ANTIGUO EGIPTO


CHRISTIAN JACQ
El Templo es un ser vivo.
Basta acercarse a él con cuidado, dejarse deslizar a lo largo de la avenida de esfinges que desemboca frente a los dos gigantescos colosos de piedra que ordenó tallar el gran Ramsés II, y comenzar a latir con el ritmo que marca el recinto. Porque, tanto para los antiguos sacerdotes egipcios, como para Christian Jacq y una larga mirada de autores que han sentido Egipto en sus venas, las sagradas piedras de Luxor, en el Alto Egipto, ordenadas – o desordenadas, según se mire – a escasos metros del río Nilo, son parte de un ser vivo de ciclópeas proporciones.

…al menos, eso creyeron sus constructores

Otros templos también conservan parte de su hálito, pero éste es de los pocos recintos arqueológicos de ese fascinante país en los que todavía se puede sentir esa curiosa sensación de vitalidad. Basta con acudir de noche, cuando el número de turistas ha decrecido drásticamente y las temperaturas se suavizan permitiendo al visitante avisado un paseo tranquilo. Y allí, en cualquiera de sus rincones, frente a cualquiera de sus columnas o de sus paredes preñadas de jeroglíficos, uno puede dejarse ir. Dejar que nuestra respiración se acompase con la del templo y permitir que afloren a nuestra mente aquellas imágenes y símbolos que esas milenarias piedras exhalan.

Y no es broma

Los antiguos iniciados lo sabían, y si tuviéramos que creer a pie juntillas las explicaciones que diera en la segunda mitad de este siglo el filósofo alsaciano René Schwaller de Lubicz, eran también conscientes de que cada una de las partes del templo, de sus salas y arquitrabes, representaba todos y cada uno de los elementos esenciales que conforman el cuerpo humano. Ese conocimiento, por cierto, nunca se transmitió a cualquiera: el acceso a Luxor, o a cualquier otro recinto sagrado, mágico, por tanto, de Egipto, estaba vedado a los mortales, y sólo sacerdotes y faraones podían acceder a su interior. Una vez dentro, gracias a juegos de luces y sombras, a la incineración de plantas y raíces aromáticas y al empleo de determinados instrumentos musicales, se creaba una atmósfera especial capaz de inducir a quienes estuvieran dentro a estados especiales de conciencia que les permitían "hablar" con los dioses. Ahí es nada.
Y eso sólo era una mínima parte de la magia egipcia. Una sabiduría transmitida de generación en generación mediante complejos sistemas de iniciación, cuyos orígenes se pierden irremediablemente en la noche de los tiempos. Recientemente autores de éxito como Robert Bauval, que descubrió que las tres grandes pirámides de la meseta de Giza en El Cairo representan en realidad las tres estrellas "del cinturón" de la constelación de Orión, tal y como se encontraban en el 10500 a. C. (¡), han sugerido que las iniciaciones eran, en realidad, una especie de método mnemotécnico que podría estar enmascarando un conocimiento científico de altura que permitió a los antiguos habitantes del Nilo trasladar bloques de más de doscientas toneladas, modelar como si fuera de plastilina rocas tan duras como la diorita, o hasta desarrollar técnicas curativas y quirúrgicas ciertamente muy avanzadas. Ahora bien, ¿de dónde procedió una "ciencia sagrada" tan osada, y hasta qué punto logró esa magia egipcia dominar a la naturaleza y a todos sus elementos?

En este libro Christian Jacq pasa revista a esos enigmas. Él parte del principio de que para entender la mentalidad egipcia hay que abandonar nuestros prejuicios racionalistas y aceptar que los egipcios creían que todo en la naturaleza estaba vivo – templos, por tanto, incluido - , y que se podía establecer un diálogo con cada una de sus partes.
Y Jacq sabe bien lo que dice. De hecho, este autor francés, famoso gracias a su trilogía de novelas El juez de Egipto, o a su pentalogía sobre Ramsés que ha sido traducida a 23 idiomas y que lleva millones de ejemplares vendidos, es un auténtico experto en esoterismo egipcio. Tras su doctorado "oficial" en egiptología y su pátina de academicismo, se encuentra en realidad un prolífico autor e investigador, que se cree heredero – si no reencarnación – del mismísimo Champollion, y cuyas primeras obras estuvieron consagradas a la astrología y la masonería; ambas, por cierto, entroncadas con Egipto de una u otra manera. Y es que Jacq sabe que estudiar la civilización de los faraones aislándola de su componente mágico, iniciático y esotérico es sesgar dramáticamente una comprensión global de aquellos tiempos.
Este libro es, por tanto, consecuencia directa de la búsqueda íntima del autor por alcanzar las fuentes primeras del conocimiento egipcio. Una obra en la que desnuda sus verdaderos intereses, que van mucho más allá de la popularizació n del país del Nilo gracias a sus novelas, y que, de paso, permitirán al lector conocer más de cerca por qué autores como él se han quedado atrapados en la fascinación que ejerce el antiguo Egipto.

Javier Sierra – Diciembre 1997.-

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Pensamiento de hoy

febrero, 2008
Aprender sin pensar es tiempo perdido, pensar sin aprender es peligroso.
Confucio, filósofo chino.


"No hay viento favorable para el que no sabe a dónde va" (Séneca)

Camuflaje OVNI

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En nuestro mundo, una de las facultades que más nos asombra del mundo animal es la llamada mimetismo. Esta es la capacidad de los organismos vivos para pasar inadvertidos para los depredadores. Las variantes son múltiples, desde cambiar el color del pelaje, confundiéndose con su medio, hasta el de adquirir las formas de su entorno, incluso cuando nosotros mismos observamos el comportamiento de animales de nuestro interés, utilizamos el recurso del camuflaje. En la guerra la invisibilidad es una premisa, es por eso que la nación que logre duplicar el camuflaje OVNI obtendrá todas las ventajas sobre su enemigo. Actualmente existen naves invisibles, por lo menos para el radar, como el llamado Stealth Fighter, que por su diseño y pintura especial pasa inadvertido para los radares.

Einstein, en una de sus teorías afirmaba que mediante procesos magnéticos haciendo vibrar un objeto, esté podría desplazar el espectro electromagnético visible que despiden los objetos haciéndolos completamente indistinguibles para el ojo humano. Teoría que se probaría en el tristemente célebre experimento Filadelfia en 1947, con repercusiones bastante lamentables.

Los rayos infrarrojos y ultravioleta están por encima y por debajo, respectivamente, del espectro visible para el ojo humano. Para que una frecuencia infrarroja pueda ser perceptible son necesarios elementos ópticos y tecnológicos de los que carece el ojo humano, sin embargo, un ejemplo claro para poder realizarlo en nuestro hogar, basta colocar un telemando frente a una cámara de video y observarlo en el monitor de televisión.

Esto explicaría cómo aparece y cómo queda registrado en un video un OVNI, cuando al realizar la grabación éste no se observa y ni siquiera es el centro de atención. No obstante, este fenómeno también se produce en negativos fotográficos aun cuando este proceso (óptico químico) es diferente al video. Dando una idea de que si nuestras percepciones físicas no pueden detectar estos avistamientos, sí se cuenta con elementos para poder observarlos.

Otro tipo de camuflaje OVNI (al menos físico y visible), sería el de adoptar las formas del entorno atmosférico, en este caso nubes. Se han registrado avistamientos donde los observadores de estos fenómenos, ven claramente cómo las nubes tienen movimientos caprichosos en el cielo. Estos movimientos por cierto muy semejantes a los observados a través de la historia, donde incluso algunos casos se observan bajar entidades de las mismas.

Por otra parte, la misma maniobrabilidad de algunos OVNI´s hacen que pasen desapercibidos para algunos instrumentos de detección, esto como es de suponerse, sólo es necesario hallarse fuera del campo que cubre un radar, colocándose por encima o por debajo para pasar inadvertido. En medio de estos parámetros explicativos queda otra interrogativa, ¿se pueden ver o fotografiar entidades que se desarrollan en un plano de tres dimensiones? No, no se puede, ya que no obedecen las leyes físicas y ópticas del mismo comportamiento que conocemos, haciendo imposible dejar constancia en una placa o en un video, al menos con la óptica terrestre tal y como la conocemos.

Como se podrá deducir entonces, el hecho de que observemos OVNI´s en el cielo, sólo puede tratarse de un acto consciente de ser observados y enterarnos que allá arriba está sucediendo algo.